domingo, 12 de julio de 2015

fin del viaje

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Mientras la mañana se desprende de sus sombras, llega a la casa. Largo fue el camino polvoriento, recorrido entre brumas, pinos y pájaros. Extraño verano para esta región de clima frío. Con mano ávida gira el picaporte y la puerta cede, sin trabas ni llaves, libre, húmeda.
Al entrar ve las tres botellas transformadas en floreros, clara señal de la presencia de Lila. Tres flores en cada botella, las tres botellas sobre el escritorio del recibidor. Tres. Tres. La diagonal de la puerta principal aparece en el espejo; luego su propia imagen entra en el vértice de luz. Va hacia la cocina mientras llama Lila! Recorre el pasillo absorto de jazmines. Un rumor íntimo, un ajetreo sutil y doméstico hablan de la espera, y entonces sonríe.
Las cortinas se hinchan con un murmullo de arroyo que fluye. Lila está ahí, suave de plumas y algas, tan leve, tan acuática en su sueño de ojos abiertos, tan vacía de todo. 
Y él, que atravesó años para volver a verla.


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