domingo, 10 de agosto de 2014

caballo






cuando tenía seis años
quería un caballo.
en las largas horas
de la siesta, escapaba
con mi bicicleta hasta
el campo lindero a las vías,
donde dormían los trenes,
y miraba al pony
que pastaba manso y tenía el
color de un río revuelto.
escondía en mi bolsillo
un hilo largo, grueso, para enlazarlo y
llevarlo a vivir al jardín de mi casa.
un durazno, en la canasta de la bici,
resumía el olor del
verano maduro.
yo quería darle al
caballo ese durazno.
nunca me atreví a acercarme.
lo miraba largamente
a la sombra de una acacia.
después volvía a montar mi
bicicleta y reandaba el camino*