sábado, 30 de enero de 2016

martes, 12 de enero de 2016

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tal vez cortar una flor, hay tantas en el patio!
cortar una flor, o dos.
un hilo de campanitas naranjas, un racimo de jazmín
y nadarlos en un vaso de agua para que aligeren la casa.
o intentar un poema, aferrar la vida a la palabra.
pero el poema habría de ser urgente, y por la urgencia
sería tan largo, tan río revuelto, tan deseo, tan agite.
el poema, por su urgencia, gritaría preguntando
por qué están tan silenciosos? por qué se guardan en silencio?
dónde están los que decían protegernos?
y dónde están los otros, esos que gritaban dictadura, dictadura!
y ante su inmundo avance se cosieron la boca
pero antes cosieron sus ojos y antes sus oídos
y nos mandaron al túnel del tiempo (hacia atrás, hacia atrás)
y no aprendieron nada y no quieren aprender
(qué mierda no querer aprender!)
y entonces el poema, por su urgencia, por no ahogarse en ese túnel, 
manoteando, se acordaría de carros hidrantes 
que lo bañaban de azul al salir de la facu
(usar el azul para el maltrato, qué desvergüenza!)
se acordaría de los que se llevaron, de los que sangraron.
de todos los muertos (por la patria? ) se acordaría este jodido poema,
y seguiría gritando por muertos más recientes
(dos pibes en una estación de trenes suburbana
 más de treinta, mujeres y hombres, en la plaza arrasada por el humo
un maestro en una ruta sureña y
de hasta los miles que asesinaron en oficinas burocráticas.)
y por su apuro, el poema ya cansado, absorto,
se arrancaría los ojos y aullaría por muertos que está olvidando
y, perplejo, malherido, empezaría a cerrar el círculo
construyendo el anillo del despiadado presente
(adjetiva mucho, poema, vaya al grano, o lo dejarán sin voz)
y quien intentó escribirlo, recordando todo lo que olvida
pediría ayuda para rearmar los versos y después
moriría de llanto


[nadar una flor para salvarnos del crimen cotidiano]*






martes, 5 de enero de 2016