domingo, 5 de diciembre de 2021

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Mis pies chapotean en el agua del patio.

Las plantas pedían agua,

hoy pude atender a su llamado

que ya era grito, esperando la

lluvia del sur que no llega.

Estuve con ellas, les saqué los yuyos

(esta palabra me fascinaba cuando nena,

iuios, decía; y hoy, sin darme cuenta,

la uso, la plasmo en la escritura de algo

que quiero sea claro, suave,

que se deslice como el agua por

las baldosas de teja roja).

Mi cactus, al que llamé Casiopea cuando lo planté

hace quince años en una maceta en mi ventana, floreció

por primera vez; una flor amarilla,

al tacto como papel de arroz. El jazmín

(sí, mi repetición año tras año, el jazmín de leche)

es un estallido de estrellitas blancas

y el otro, el de Chile, extendió sus guías y, por fin,

llegó hasta la puerta de mi cocina.

Es todo perfume, puro racimo que

cae goteando el agua del riego.

La tarde azulea, mientras sujeto

las pequeñas orquídeas

al tronco del ficus.


Empiezan a olerse las cenas

vecinas preparándose

y yo aquí,

pretendiendo un poema

que hace años no escribo.


Ramos de agua

en las entreluces de

una tristeza


viernes, 26 de febrero de 2021

Felicidades

 .

Es mi undécimo cumpleaños

(undécimo...

qué palabra tan poco poética, pero

no encontré otra)

en que el teléfono no suena para

escuchar tu voz: hola, nenuchi,

muchas felcidades! Cuántos cumplís?

(siempre el mismo despiste, mi viejo)


Es el primero en que ya

no espero pensando: mami,

llamame, que extraño tu voz.

Desde el plano en que esté,

si es que hubiere otros planos,

tampoco lo haría.

Es, tal vez, mi liberación.


Es el primer cumpleaños

en que ya no soy una nena para nadie,

ni hija de nadie, ni hermana de nadie

(para bien o para mal,

según corresponda).


Ahora soy la más vieja,

la que sería abrazada por nietos,

por hijos, por nuera y por yerno,

por amigos, si no

estuviéramos pandémicos.


Ahora soy la que guarda los recuerdos,

la parte que me toca de la historia familiar,

el rompecabezas que algunos primos y

sobrinos lejanos intentamos rearmar.


(En los tiempos que corren

no a todos les interesa. Pero andamos,

por los que quieren saber, practicando

la arqueología de la memoria.)


...


Y como no quiero un poema salpicado

de lágrimas que borren la tinta

(véanme escribiendo a mano)

y hagan de nosotros un río azul,

cierro los ojos y desde lo más profundo de mí,

traigo el haiku de Tomiji Kubota:


Sobre la arena

escritura de pájaros;

memorias del viento.


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