domingo, 12 de julio de 2015

fin del viaje

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Mientras la mañana se desprende de sus sombras, llega a la casa. Largo fue el camino polvoriento, recorrido entre brumas, pinos y pájaros. Extraño verano para esta región de clima frío. Con mano ávida gira el picaporte y la puerta cede, sin trabas ni llaves, libre, húmeda.
Al entrar ve las tres botellas transformadas en floreros, clara señal de la presencia de Lila. Tres flores en cada botella, las tres botellas sobre el escritorio del recibidor. Tres. Tres. La diagonal de la puerta principal aparece en el espejo; luego su propia imagen entra en el vértice de luz. Va hacia la cocina mientras llama Lila! Recorre el pasillo absorto de jazmines. Un rumor íntimo, un ajetreo sutil y doméstico hablan de la espera, y entonces sonríe.
Las cortinas se hinchan con un murmullo de arroyo que fluye. Lila está ahí, suave de plumas y algas, tan leve, tan acuática en su sueño de ojos abiertos, tan vacía de todo. 
Y él, que atravesó años para volver a verla.


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miércoles, 8 de julio de 2015

domingo




en mi sueño él empezó a juntar
todas las macetas del patio,
a romperlas una a una.
cuando yo salí
ya había amontonado muebles
que nunca había visto
(o sí)
me arrodillé junto a mis plantas y
empecé el rescate, una a una
(sangraban).
el viento soplaba y el
patio era cada vez más gris.
llamé a mis hijos
primero con asombro
después con miedo
después con rabia
después con espanto.
cuando llegaron
tenían ocho años, tal vez diez.
mamá, decían, mamá.
yo entraba y salía y
en una habitación lo vi a él.
estaba leyendo sentado
al lado de su padre que
me miró sonriendo.
ya había pilas de muebles
dentro de la casa
(y hachas, creo que había hachas)
grité, otra vez,
los nombres de mis hijos
y vinieron sus réplicas
eran muchos, muchos
ellos y sus réplicas.
todo estaba perdido
(arrasado)
y pedí ayuda y grité y grité
y mi papá se había muerto
y mi mamá está tan lejos.
entonces intenté cubrir
la montaña de muebles
con mi saquito de lana verde
y allí me quedé, sola en el patio
con mis cinco años
y mi suetercito de punto canelón,
de rodillas con la cara entre las manos,
casi dormida
sobre los futuros despojos.
entonces lloré, y grité que me dolía
y él me abrazó suave, firme
y me acariciaba el pelo
y me besaba la cara
(lento, lento)
y no preguntó nada,
como si supiera cuál
había sido mi sueño.
y allí, dentro de su abrazo,
lloré muy fuerte
lloré como se llora
toda la soledad.

cuando me levanté era casi mediodía.
vi mi biblioteca y los libros en mi biblioteca,
él ya había abierto los postigos y el viento soplaba
y una luz opaca y amarilla hojeaba los libros.
la casa olía a palosanto.
tomamos mate con menta y comimos el pan con semillas
que yo había amasado ayer*


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