tal vez
cortar una flor, hay tantas en el patio!
cortar una
flor, o dos.
un hilo de
campanitas naranjas, un racimo de jazmín
y nadarlos
en un vaso de agua para que aligeren la casa.
o intentar
un poema, aferrar la vida a la palabra.
pero el
poema habría de ser urgente, y por la urgencia
sería tan
largo, tan río revuelto, tan deseo, tan agite.
el poema,
por su urgencia, gritaría preguntando
por qué
están tan silenciosos? por qué se guardan en silencio?
dónde
están los que decían protegernos?
y dónde
están los otros, esos que gritaban dictadura, dictadura!
y ante su
inmundo avance se cosieron la boca
pero antes
cosieron sus ojos y antes sus oídos
y nos
mandaron al túnel del tiempo (hacia atrás, hacia atrás)
y no
aprendieron nada y no quieren aprender
(qué
mierda no querer aprender!)
y entonces
el poema, por su urgencia, por no
ahogarse en ese túnel,
manoteando, se acordaría de carros hidrantes
que lo bañaban de azul al salir de la facu
manoteando, se acordaría de carros hidrantes
que lo bañaban de azul al salir de la facu
(usar el
azul para el maltrato, qué desvergüenza!)
se
acordaría de los que se llevaron, de los que sangraron.
de todos
los muertos (por la patria? ) se acordaría este jodido poema,
y seguiría
gritando por muertos más recientes
(dos pibes
en una estación de trenes suburbana
más de treinta, mujeres y hombres, en la plaza arrasada por el humo
más de treinta, mujeres y hombres, en la plaza arrasada por el humo
un maestro
en una ruta sureña y
de hasta
los miles que asesinaron en oficinas burocráticas.)
y por su
apuro, el poema ya cansado, absorto,
se
arrancaría los ojos y aullaría por muertos que está olvidando
y,
perplejo, malherido, empezaría a cerrar el círculo
construyendo
el anillo del despiadado presente
(adjetiva
mucho, poema, vaya al grano, o lo dejarán sin voz)
y quien
intentó escribirlo, recordando todo lo que olvida
pediría
ayuda para rearmar los versos y después
moriría de
llanto
[nadar una
flor para salvarnos del crimen cotidiano]*