lunes, 1 de noviembre de 2010

viernes de octubre- (cuentos de Lila, XX- apuntes urbanos, V)

En la mañana de ese día fría y gris, inusual para el octubre del sur, Lila esperaba el tren suburbano en la estación arbolada. Su bolso en bandolera iba triste de recuerdos, como ella y con ella a despedir al amigo; a celebrar el ritual absurdo, y tal vez por absurdo necesario, de reunirse para despedir a su muerto.
)que no me sigan hoy los pájaros, que no aleteen su vuelo(
Subió al tren que la llevaría a la ciudad por la que no caminaba hacía más de diez años. Se sentó junto a la ventana, y su mirada acarició el interior de l vagón. La pobreza había madurado en las caras de las gentes durante esos diez cortos años, y los grises ya no eran grises, eran óxidos llagados.
)que no venga hoy la luna, que no me mire su cara(
Inevitablemente, como ocurren casi todas las cosas, un pájaro de papel anidó en su mano. Era del color de la ausencia.  Lila guardó el pájaro en su bolso y se levantó. Al detenerse el tren, bajó. Algunos fantasmas amables estaban esperándola en las calles.
)tal vez me esperan por más de diez años; no sé qué haré con ellos(


chau, Miguel*