martes, 13 de marzo de 2012

de las cenizas ( III )*



Subió al primer tren de la tarde y se sentó junto a la ventana. Tenía la juventud olvidada en su pelo deslucido y en su ropa apelmazada, y unas pecas salpicadas aquí y allá en su cara resistían al olvido de haber sido bonita.
No miró a nadie, fijó sus ojos en el vidrio y empezó a mover los labios, rítmicamente. Tal vez canta, pensé, tal vez reza. Su mirada iba más allá de la ventana. Ni canta ni reza, pensé, habla con alguien más adentro o más allá de sí misma.
Una de sus manos subió a su boca, y una lágrima se deslizó sobre las dos.


Antes de subir al tren había caminado desnuda por calles ajenas, calles de arena y piedras grises. 
Se vistió de cenizas para el viaje, intentando llegar al olvido.