domingo, 6 de marzo de 2016

resistencia*




en mi pared medianera, todas las mañanas
al correr las cortinas de mi cocina,
me miran dos torcazas.
pasan largo rato bañándose de sol,
susurrando ese ruidito que para mí,
desde pequeña, muy pequeña, es un canto.
en ese pasado, allá lejos,
mi padre alimentaba a las torcazas
que bajaban a su patio y lo hizo
hasta la mañana antes de morir.

hoy, en un domingo sin sol,
un domingo de vidrios rotos,
un amigo me dice:
“escribir contra el derrumbe, Silvia”.
entonces abro mi archivo, ese que llamé
“variadito”, y encuentro doce versos
que cuentan de mi viejo y de palomas.

pongo música,
me pego a mí misma un sacudón
y, sumando más versos, quitando otros
que son un zafarrancho, escribo.

mientras tanto, empezó a caer una llovizna tenue,
pasó el mediodía, hay olores amables de comidas vecinas
y las torcazas se amucharon en el pino que veo desde aquí.

amuchémonos nosotros, entonces.
cuidemos la casa, que estamos vivos.