viernes, 15 de enero de 2010

Lunes, 10 de enero




Dobla la esquina sombreada, el viento está más frío de lo que parece,
Río Paraná, leo en el costado del ómnibus que veo tres cuadras más adelante, saliendo de la terminal.
cruza la calle, el viento fresco le enrieda el vestido rojo de sol
Busco en mi bolso; la mujer que camina aquí, delante de mí, se parece a Emilia.
e intenta abrir su pecho, alimentarlo de frescura.
Pero sé que no es Emilia. Desde ayer ella duele hacia adentro. Hacia afuera es pródiga en manos de consuelo a su hija, que enterró a su hijo muerto lentamente durante dos meses.
Recibe al viento, mira la gente que camina en direcciones contrarias a ella, siempre direcciones contrarias.
Compro las manzanas perfumadas y verdes; el azúcar rubia ya pesa en mi bolso.
Vuelve a doblar la esquina, rearma el camino sin verlo, sin dejarse jugar con el viento, sin sentir el olor del mar, y cierra los ojos ante el brillo de los tilos dulces. Apenas siente el latido del aire que entró, por fin, en su pecho, que la impulsa con ternura suavizando la calle hostil.
Va a ganarle la tristeza.
La llave va hacia la cerradura.Camino mi pasillo, mi casa huele hoy a tristeza. Dejo las manzanas brillantes y verdes, el azúcar rubia, y vuelvo a salir. Voy a buscar mi ramo de jazmines*