y es el malestar creciente en el mediodía soleado el que gana la escena, el que quiebra la luz de su cuerpo, la astilla y la derrota; y son la música insoportable, los ojos perplejos de la noche llorosa y un olor cercano e impaciente.
y son las voces detrás de la pared, audibles, incomprensibles, las que ganan su continente apenas nacido y lo acunarán desnudo por lo que quede del día.
había soñado con cachorros de león que trepaban escaleras grises para morir en mi puerta, con un tren detenido en una estación desierta, con una mujer llorando por su hijo perdido, con un lugar al que no debía volver.
y quedó
atrapada
en la madriguera del conejo
buscando
el espejo para atravesar*