Lila caminaba por calles brillantes de un otoño enloquecido. Entre los árboles de la avenida cruzó la mujer. Era ella. Lila la reconoció sin dudar y apuró el paso para poder seguirla. Cuando estuvo cerca vio que había envejecido. Mucho. Demasiado.
Ella camina sin ver. Sólo siente dolor. Dolor de pérdida. Dolor de grito. Dolor de parto abortado. Ella camina una vereda por la que alguna vez caminaba un niño. Un niño que ya no recuerda el camino.Ella recuerda al niño, de pronto, lo recuerda. Lo recuerda al caminar el interminable laberinto de su memoria.
Hoy para ella no hay salida. Hoy se cerraron los espejos.
Lila camina bajo acacias que salpican la vereda de chispas solares. La vereda por donde había caminado ella. Recuerda que fue en otoño. Recordó que, alguna vez, supo de signos y señales.
y a través de una ventana la voz del trovador cantaba...
"...y es sólo la tristeza
helándome el cerebro y la mañana..."