mi
jazminero revienta en el patio. de pronto, crece descontrolado, hacia
los patios vecinos. traigo hacia mi lado dos o tres de sus ramas
mayores, y las obligo a entretejerse, a enredarse, a entramarse, a
que repten hacia la ventana de mi cocina. él lo hace, pero al mismo
tiempo que me cede su blancura, y a mi vista, se abraza con nuevos
brazos a las sogas de colgar la ropa de mis vecinas, invade otros
territorios, grita su aroma, grita, grita, grita. entonces, ante
tanto aullido, lo libero. que invada, que tome, que corra como un río
aéreo y que acampe.
[poder
ser jazmín en un diciembre violento]*