lunes, 29 de diciembre de 2008

Madrugada





La pequeña duerme en la orilla del río. El río es verde. La pequeña tiene el pelo negro y la piel del color del té. La luna cuelga de lazos de niebla, fosforesciendo a la niña dormida. Sopla el viento, de pronto. El río aletea y cae la lluvia de jazmines. Brotes de luz se desprenden del agua, elevándose, creciendo, enredándose como hiedra en las piernas de la pequeña. Y en la caricia de la luz, la niña que duerme es estrella, es nube, es pez que vuela en la altura, es flores que el aire arrastra y suelta por terrazas y ventanas, es paloma que regresa con chispas de voces lejanas a la orilla del río verde.
En la arena tibia, la pequeña de té abre sus ojos de maga, sus dedos suben por su boca y enrulan el pelo húmedo de lluvia y de aromas.
Enredada en recuerdos despierta la madrugada.