miércoles, 27 de mayo de 2009

Ana, Lila y el espejo (cuentos de Lila, XII)



Agradezco a mi amiga Lunaazul por su intertexto, sin él Lila no hubiera recuperado el recuerdo.


A las nueve horas de una mañana naranja, Lila cerró la puerta de su casa y, bolso cruzado en bandolera, caminó hacia la parada del colectivo sin detenerse en ella. El aire fresco le desenredaba el insomnio y los extraños sueños de una noche casi sin sueño.
Lila caminaba hacia la playa, llamada por un recuerdo aún no recordado.
Recorrió las veinte cuadras casi elevada del piso, vacía de mundo. Su paso se aceleraba a la par de su corazón; debía llegar. Cruzó la ancha y plateada avenida costanera, abandonada a esa hora, y bajó a la playa pública.En las escaleras se sacó las sandalias y evitó el espigón de piedras; hundió sus pies en la arena fría. Miró el mar, escuchó al sol que se desnudaba en la orilla y avanzó hacia el aroma de los jazmines que el agua dejaba en las rocas y en sus dedos descalzos. Por el borde canela de la playa revoloteaban pequeños pájaros, que siguieron su paseo flameándole la falda de batik azul. Una ola extranjera estalló en la playa y con la ola estalló el recuerdo.
Cómo te llamás?Lila, y vos?Ana. Y la risa les vino a la boca.Querés jugar, Lila?Y jugaron, la pequeña Ana de cara lunar y la pequeña Lila de perfume a magnolia, en un patio ajedrezado. Con una tiza de aire dibujaron la rayuela: una mariposa en la estación Tierra, un pájaro de Omán en la estación Cielo.Comieron las niñas manzanas de caramelo y canela, besaron espejos y bailaron al viento sus futuros de libros no leídos y hombres sin rostro.
Los ojos de Lila tejieron un hilo hasta sus pies. Se sentó en la arena y puso entre sus manos un caracol del color del espliego que parecía mirarla. Lo llevó a su oído y escuchó la voz feliz de una mujer llamando a su perro desde el otro lado del mar. Entonces Lila llevó el caracol de su oído a su boca y sopló en él pensamientospalabras. Se incorporó, lo sentó en una pequeña ola, tal vez cola de sirena, y lo miró alejarse. Empezó a cantar el viento; su Salalah! le despeinaba el pelo y la arena. Caminó por la red de jazmines y agua de sal hasta el espigón de piedras. Se detuvo a dar una última mirada al mar. Giró e inició su vuelta a la ciudad, con el recuerdo recuperado.




La mujer la miraba, sentada en una roca que daba al este, a diez pasos de la orilla enredada.Lila no se detuvo, pero al pasar a su lado el corazón se le apretó un poco, y se sintió como atravesando un espejo.*


fotos* Berenika