A las tres horas de una madrugada de añil, Lila, estirada en su sillón miraba la nada. El libro que había estado leyendo dormía sobre sus piernas, acariciado por una mano inconsciente. Lila pensaba, trataba de recordar, cómo era el amor. Por más que se esforzaba, no lograba ver la cara del hombre al que había amado. Sus recuerdos eran nubes que se abrían en el viento. Intentaba ver un hombre, pero veía copas de árboles agitándose al viento, patios sombreados, calles terrosas y una planta de gardenias fulgurantes. Lila dejó caer el libro contra el sillón. Quiso llorar y no pudo.
Desde su capullo insomne, escuchó voces infantiles que corrían por el pasto a la par de la ciudad que empezaba a bostezar, allá afuera.
Lila cerró los ojos pero no vio el amor. En su lugar vio dos niñas jugando rayuela, una tenía un suéter de lana verde, la otra tenía una cara redonda y lunar.
Lila reabrió los ojos, y se levantó del sillón en el justo momento en que el cielo mudaba en rosa.
A ciertos personajes no les está permitido amar.
foto* Berenika
Desde su capullo insomne, escuchó voces infantiles que corrían por el pasto a la par de la ciudad que empezaba a bostezar, allá afuera.
Lila cerró los ojos pero no vio el amor. En su lugar vio dos niñas jugando rayuela, una tenía un suéter de lana verde, la otra tenía una cara redonda y lunar.
Lila reabrió los ojos, y se levantó del sillón en el justo momento en que el cielo mudaba en rosa.
A ciertos personajes no les está permitido amar.
foto* Berenika