Estaba sola cuando llegó la tormenta. Igual la presentía desde muchos días antes. En esos días limpió el jardín y el patio, para que las hojas caídas por el viento previo no se agolparan en los desagües y así evitar el crecimiento del agua.
Cuando sintió los primeros truenos en la lejanía, abrió puertas y ventanas, para que el olor a tierra húmeda impregnara la casa y la limpiara del calor asfixiante.
Pero la lluvia no vino ese día.
Entonces cerró la casa, para que el agobio exterior allí se quedara.
Y llegó de pronto.Brutal, desesperada.
La sintió en el estómago primero, después en la cabeza, más tarde en el pecho. No negó el temor, ni el mínimo miedo, y descalza en el único lugar de la casa que permanecía fresco asistió al nacimiento de las gotas. Impulsada por el viento corrió a cerrar las ventanas.
Pero la tormenta ya se había instalado.
El aullido de lobo herido reventó en los vidrios. Ella quedó de pie, inmóvil. El estallido bestial hizo volar los cristales.
Ahora sangra.
Cuando sintió los primeros truenos en la lejanía, abrió puertas y ventanas, para que el olor a tierra húmeda impregnara la casa y la limpiara del calor asfixiante.
Pero la lluvia no vino ese día.
Entonces cerró la casa, para que el agobio exterior allí se quedara.
Y llegó de pronto.Brutal, desesperada.
La sintió en el estómago primero, después en la cabeza, más tarde en el pecho. No negó el temor, ni el mínimo miedo, y descalza en el único lugar de la casa que permanecía fresco asistió al nacimiento de las gotas. Impulsada por el viento corrió a cerrar las ventanas.
Pero la tormenta ya se había instalado.
El aullido de lobo herido reventó en los vidrios. Ella quedó de pie, inmóvil. El estallido bestial hizo volar los cristales.
Ahora sangra.