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Recuerdo el amanecer de verano cuando navegué un río rojo que guardaba el rumor del mundo.
Recuerdo la primera maravillosa palabra que bailó en mis oídos, era una palabra sencilla, "yuyo", mágica y sonora.
Recuerdo la noche de enero cuando hablé por vez inicial con las estrellas.
Recuerdo las tres de la tarde del invierno en que las violetas florecieron en mi pelo.
Recuerdo un ovillo de lana verde que mi madre transformaba en abrigo sentada en la cocina.
Recuerdo un caballo blanco que me saludaba desde la ventana del tren.
Recuerdo la gran magnolia que me llevaba volando sobre el patio, cuando aparecía el lucero.
Recuerdo voces iluminadas y risas como burbujas.
Recuerdo la tarde verde de febrero con los pies descalzos en el pasto fresco.
Recuerdo la primera mariposa que salió de mi boca, mientras andaba por un camino de tierra.
Recuerdo los cíclicos inviernos en que leí la palabra exacta.
Recuerdo cuando jugué Rayuela por eternos días, en una nube de desvelo.
Recuerdo a Martín y a Alejandra, sentados en un banco del Parque Lezama las tardes oscuras de invierno.
Recuerdo cuando llegué a Macondo, en medio de la tormenta, mientras pasaba el tren de la tarde.
Recuerdo mis viajes ávidos a Comala para escuchar hablar a los muertos.
Recuerdo la tarde helada de agosto cuando escapé para encontrarte.
Recuerdo el olor a vainilla de aquella misma tarde.
Recuerdo la mañana de marzo en la que nació el miedo.
Recuerdo cuando desperté con la luna roja de Hiroshi en la cara y salí atrás de mi destino.
Recuerdo un vestido leve que bailó enamorado por una noche entera.
Recuerdo todas las tardes del verano que dormimos juntos.
Recuerdo la primera maravillosa palabra que bailó en mis oídos, era una palabra sencilla, "yuyo", mágica y sonora.
Recuerdo la noche de enero cuando hablé por vez inicial con las estrellas.
Recuerdo las tres de la tarde del invierno en que las violetas florecieron en mi pelo.
Recuerdo un ovillo de lana verde que mi madre transformaba en abrigo sentada en la cocina.
Recuerdo un caballo blanco que me saludaba desde la ventana del tren.
Recuerdo la gran magnolia que me llevaba volando sobre el patio, cuando aparecía el lucero.
Recuerdo voces iluminadas y risas como burbujas.
Recuerdo la tarde verde de febrero con los pies descalzos en el pasto fresco.
Recuerdo la primera mariposa que salió de mi boca, mientras andaba por un camino de tierra.
Recuerdo los cíclicos inviernos en que leí la palabra exacta.
Recuerdo cuando jugué Rayuela por eternos días, en una nube de desvelo.
Recuerdo a Martín y a Alejandra, sentados en un banco del Parque Lezama las tardes oscuras de invierno.
Recuerdo cuando llegué a Macondo, en medio de la tormenta, mientras pasaba el tren de la tarde.
Recuerdo mis viajes ávidos a Comala para escuchar hablar a los muertos.
Recuerdo la tarde helada de agosto cuando escapé para encontrarte.
Recuerdo el olor a vainilla de aquella misma tarde.
Recuerdo la mañana de marzo en la que nació el miedo.
Recuerdo cuando desperté con la luna roja de Hiroshi en la cara y salí atrás de mi destino.
Recuerdo un vestido leve que bailó enamorado por una noche entera.
Recuerdo todas las tardes del verano que dormimos juntos.
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