Lila despertó temprano esa mañana.
Después de una noche de amigos lejanos y entrañables, platos con aromas de mar y sabores de verano, y charlas que transportaban en minutos de pasados a futuros y de futuros a presentes, subió al taxi que la llevó hasta su casa, bordeando el mar negro de la luna ya escondida, antes de internarse en la ciudad que dormía.
Llegó a su casa y se acostó. Y soñó con su amigo que soñaba. Era un sueño contado en la noche. Estaba entre dormido y despierto, y de la punta de los dedos de las manos empezaron a brotar hilos verdes, que se transformaban en ramas tiernas que iban haciéndose más fuertes y largas, desprendiendo hojas brillantes, y esas ramas brotadas de los dedos cubrían amorosamente toda la ciudad.En el sueño de Lila hubo algo que su amigo no había soñado. El sobrevuelo de pájaros, pequeños, alegres, de hojas de papel, papeles de libro tostados de Omán.
Cuando Lila despertó temprano esa mañana, su casa se inundaba con el perfume del jazmín de su patio.
Era transparente la mañana comenzada de otoño.